Leyendo un posteo del blog Señales me vino a la memoria la visita, con el jardín de infantes de mi hermana, al programa del Capitán Piluso. Aquella imagen en blanco y negro que se veía en los viejos televisores había tomado consistencia y un color macizo. Cuando las cámaras prendían sus luces rojas Coquito y el Capitán aparecían desde una suerte de biombo que los cubría de todos los pibes que allí estábamos. Todo era como en la tele pero diferente. Había huecos en los que no sabíamos que pasaba, claro, el programa iba grabado y los muchachos tomaban su tiempo para grabar bloque y bloque. Lo que cambió mi visión de Piluso fue una imagen. En un descuído y luego de presentar unos dibujitos, Alberto Olmedo volvió a su escondite en el biombo. Pero yo, desde la punta de la tribuna con el prendedor del gauchito del mundial '78 para que mis padres me identificaran, vi algo incomprensible para mí en esos años. El Capitán piluso fumaba, entre corte y corte pegaba una cortas pitadas al faso que le sostenía un asistente. Ese día me dí cuenta que el Capitán era como mi viejo y el de tantos otros, un buscavidas.
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