domingo, 25 de mayo de 2008

Lectura del fin de semana

Termino de leer hace instantes un libro que me recomendaron, Menem, la visa privada, de Olga Wornat. Esta periodista misionera trabajó para varios medios gráficos y supo, por esas cosas de la profesión, estar cerca del poder en los '90. Este material lo había visto en varias oportunidades en librerías pero el personaje en cuestión y la autora me hicieron siempre resistir la compra. Finalmente, y mediante el consejo de un colega, lector calificado, acepté el convite. Aquí les dejo uno de los fragmentos que más me impresionó y tiene que ver con una escena terrorífica en Olivos mientras se llevaba a cabo el velatorio de Menem Junior.

"Y Carlos Menem se niega a aceptar esa realidad, cruel como el espanto. Él, que lo tenía todo. El dueño del poder y la gloria. Él, que llegó de la nada. El hombre "predestinado a triunfar", como decía doña Mohíbe, su madre.

-Ramón (Hernández, su secretario privado) llamálo al Carlitos. Buscálo, que debe andar por ahí. El movicom no contesta, pero seguro que anda por ahí...

-Jefe tranquilo. Por favor... Carlitos está muerto

-No, Ramón, no puede hablar, no escucha el teléfono. Traélo a Carlitos, Ramón...Traélo, por favor.

El secretario lo observa con preocupación.

Todo parece derrumbarse en esa habitación en la que la noche anterior reían y comían pizza con champán. Sus pensamientos pasaban de una cosa a la otra a la velocidad de la luz. Había logrado lo único que ambicionaba: la reforma de la Constitución y la posibilidad de ser reelecto.. Era el candidato del peronismo y su intuición le decía que iba a ganar otra vez. Había conseguido lo que muchos creían un imposible. Como siempre, el mundo de la política se rendía a sus pies.

Apenas veinticuatro hora antes, en ese mismo lugar, la vida le sonreía y él se sentía invulnerable.

Se queda varios minutos en silencio, hasta que un gemido asciende despacio desde sus entrañas. Su cuerpo se sacude en espasmos y sollozos. Se tapa el rostro con las dos manos y llora como nunca en la habitación a oscuras. Su secretario, en un gesto protector, le pasa las manos sobre los hombros.

-No quiero vivir, Ramón. No quiero vivir después de esto. Traéme la pistola, que me pego un tiro... ¡Yo tengo la culpa de todo!"


Por nueve mangos lo consiguen al algunas librerías de la calle Corrientes.



1 comentario:

F. Fabian S. dijo...

Impresionante post...