El titulo habla bastante de nosotros mismos, eso es innegable. Cómo un energúmeno de estas características llega a ser lo que es en una ciudad perdida al sur del planeta; es un misterio que tendrán que develar los grandes pensadores de las ciencias ocultas, quizás se trate de "El Sueño Argentino".
Además de ególatra recalcitrante, soberbio incoherente y fachitoide sudamericano, este señor es un mitómano delirante. En un posteo de su portal, Jorge Asís, extrae del libro de Oscar González Oro ( y con el cinismo que lo caracteriza) algunos fragmentos que llaman a la risa y al suicidio colectivo a la vez, lean esto por favor!, no se lo pierdan:
“Qué negrito pintón que sos vos” le dijo Perón a González Oro. Página 48. Inicio del capítulo II de “Radiografía de mi país”, de Oscar González Oro. Obra que contiene un subtítulo “La Argentina que me duele”.
Debe ser creíble el elogio cariñoso de Perón. Con Smokey, su caballo, el narrador evoca, en la página 51, que transmitía “una elegancia arrolladora”. Tenía “el pelo largo”, “para atrás”, y un “bigote verdaderamente imponente”. Para perplejidad de los biógrafos, y el horror asegurado de don Enrique Pavón Pereira, en la página 52, “viejito, muy viejito”, Perón también le dice a González Oro: “Gracias por el saludo, Negrito lindo”.
Cuando se atraviesa las fronteras ficcionales, la egolatría deja de ser patológica. Se torna graciosamente convivencial. En “Radiografía de mi país”, con el subtítulo “La Argentina que me duele”, Oscar González Oro reconstruye las peripecias sorprendentes que signan su trayectoria. Desde que llega de Mendoza, hasta consagrarse con la perdurable majestuosidad de ser el número uno de la mañana. En la radio, su especialidad. Pero sólo después de haber peregrinado por la centralidad cultural de Europa, y también por Bolivia y Perú, donde transcurren los momentos más interesantes del texto. O en Pinamar. González Oro demuestra, en vida, que mantuvo demasiada suerte con los muertos. Lo prueba, aparte de los mimos de Perón, el episodio con Borges, de la página 173. “En diez frases”, Borges le contó la “historia de Los Oro en la Argentina”. De “Domingo Oro, maestro de Sarmiento”.
También tuvo suerte el narrador en la página 84. Cuando tenía barba. En el vuelo de línea de Aero-Perú, le tocó, como compañero, el Brigadier General Agosti, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea. Plena “dictadura”. El narrador le dijo:“Brigadier, me llegan rumores de muertos, de gente que desaparece”. Pero Agosti se mantuvo en silencio. Hasta que en la página 85, Agosti le aconsejó que, para evitar problemas, fuera al baño y se afeitara.
El esplendor del positivismo de González Oro se alcanza con el episodio Cortázar.“Poco después de la muerte de Perón”, o sea 1974, el narrador parte para Londres. Después se desplaza hacia París, donde telefonea al admirado Cortázar. Tuvo la suerte que Cortázar lo invitara a desayunar. “Le comenté mi fascinación por, un libro extraño que me había impactado profundamente” (pág. 65). Y eso que Cortázar, aún, no lo había publicado. Porque “Un tal Lucas” es de 1979. Se explica, por la asombrosa capacidad de anticipación, que Cortázar lo invitara, también, a almorzar. 363 páginas. Editó Planeta.
Cuando se atraviesa las fronteras ficcionales, la egolatría deja de ser patológica. Se torna graciosamente convivencial. En “Radiografía de mi país”, con el subtítulo “La Argentina que me duele”, Oscar González Oro reconstruye las peripecias sorprendentes que signan su trayectoria. Desde que llega de Mendoza, hasta consagrarse con la perdurable majestuosidad de ser el número uno de la mañana. En la radio, su especialidad. Pero sólo después de haber peregrinado por la centralidad cultural de Europa, y también por Bolivia y Perú, donde transcurren los momentos más interesantes del texto. O en Pinamar. González Oro demuestra, en vida, que mantuvo demasiada suerte con los muertos. Lo prueba, aparte de los mimos de Perón, el episodio con Borges, de la página 173. “En diez frases”, Borges le contó la “historia de Los Oro en la Argentina”. De “Domingo Oro, maestro de Sarmiento”.
También tuvo suerte el narrador en la página 84. Cuando tenía barba. En el vuelo de línea de Aero-Perú, le tocó, como compañero, el Brigadier General Agosti, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea. Plena “dictadura”. El narrador le dijo:“Brigadier, me llegan rumores de muertos, de gente que desaparece”. Pero Agosti se mantuvo en silencio. Hasta que en la página 85, Agosti le aconsejó que, para evitar problemas, fuera al baño y se afeitara.
El esplendor del positivismo de González Oro se alcanza con el episodio Cortázar.“Poco después de la muerte de Perón”, o sea 1974, el narrador parte para Londres. Después se desplaza hacia París, donde telefonea al admirado Cortázar. Tuvo la suerte que Cortázar lo invitara a desayunar. “Le comenté mi fascinación por
6 comentarios:
Loco al negro yo lo aguanto, es tan groso que habría que embalsamarlo y ponerlo en la puerta de Uriarte y Nicaragua.....
ESTE NAZI, GAY REPRIMIDO, TODAS LAS MAÑANAS LE COME EL CEREBRO A TODOS LOS TACHEROS...
¿Quién dijo que gay "reprimido"? Es un puto activísimo, que iba a hacerse romper el orto en el hotel de Yabrán en Pinamar. Claro, no pagaba los gastos porque el alojamiento era "en canje" publicitario y por silenciar las atrocidades que cometía Don Alfredo.
SALIO CON EL SUSANA ALEJANDRO CUPITO,
la verdad que es un bicho raro..., negro, puto y nazi... je!!! es todo un alienigena... juajajaja!!!!!
PARA EL PRIMER RETROGARDO MENTAL QUE FIRMO
UNA PERSONA Q DISCRIMINA ES CAPO?
CUANDO HABLO MAL DE LOS BOLIVIANOS TE ACORDAS?
LAMENTABLEMENTE GENTE ESTUPIDA COMO VOS ES LA QUE DESPUES SALE A PEDIR UN PAIS MEJOR,FIJATE PRIMERO QUE DECIS.
FACHO!
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