Hace poco tuvimos la oportunidad de circular una vez más por los pasillos del canal de Constitución, la excusa, visitar a unos amigos que trabajan para el multimedios más poderoso de la Argentina. El clima del lugar sigue siendo el mismo de siempre, una suerte de opresión asfixiante que se vislumbra en cada cruce o roce entre colegas, y/o con las figuritas de la emisora. Todo goza de una artificialidad deslumbrante y decadente a la vez. Uno de los "famosos" de nuestras lejanas pampas que cada tanto circula por allí, seguido de cerca por algún séquito de pelandrunes, es el gerente de programación, Adrián Suar. Es increíble las muestras de cariño, mezcladas con miedo, envidia, chupamedismo y cierto encono que genera el sonriente ex Pelito cada vez que, con su paso corto y aligerado, trasunta una galería o un ascensor. A sus espaldas los comentarios son temibles; los camarógrafos más viejos lo señalan como el artífice necesario de la defunción de toda la producción artística del canal. En las épocas en que "el Chueco" hacía la serie para niños y adolescentes, dicen, "todas las novelas, unitarios y tiras se grababan acá". Había trabajo con buenos sueldos para todos, desde los asistentes hasta los actores, y especialmente se respetaban las legislaciones en materia televisiva, comentaron nostálgicos. Con bronca arqueológica, diría Orlando Barone, escuché decir a uno muy resentido "después vino este moishe de mierda, tercerizó todo y ahora que es capo de programación le vende al propio canal, que le paga un sueldo multimillonario, los productos que él y su socio Pagliaro hacen con dos mangos, porque estos turros cagan a los guionistas, productores, camarógrafos, actores, asistentes, iluminadores, a todo el mundo bah!, son unos hijos de puta!!.".
Después de escuchar a los enfervorizados cámaras, ahora confinados al noticiero y a los programitas de TN, oí las voces de algunos productores y periodistas que mientras editaban una notita o escribían algún copete, murmuraban por lo bajo que los sueldos son una cagada, que aún hay pasantes que cobran dos mangos, quienes entraron siendo adolescentes y hoy tienen hijos grandes. Un viejo conocido, arrimando la napia hacia su CPU y a mi oreja, espetó casi suspirando "toda la guita de este puto nalca va a parar a las arcas de Magnetto, Pagliaro, D'elía (que no es Luis sino Carlos, el marido de María Laura Santillán) y de ese enano maldito y su famosa Polka."
Un poco asqueado bajé por el ascensor y el recorrido nos juntó accidentalmente con Luisito Fuxan, quien aún parece sobrevivir en esa ratonera, ya por supuesto, sin su famoso lunar en el cuero cabelludo.
Salímos por la calle Lima y viendo los carteles de las estrellas que vende el grupo, percibímos el olor nauseabundo que provenía de los colchones que usan los pobres linyeras que viven debajo del puente. Cabizbajo, tomamos San Juan y muy entristecidos recordamos aquello de "Quédese en el 13 para ver", claro, eran otros tiempos.
1 comentario:
Que distinta que es la imagen pública de esta gente. Candela Chamorro, besos a todos
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