El imperio estadounidense se recicla permanentemente. Siempre bajo la consigna de imponerse por la razón o por la fuerza. El complejo militar industrial que gobierna desde hace décadas esa nación beligerante es la máquina de muerte más potente y terrorífica de la tierra. El propio presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, en su discurso final, antes de abandonar la Casa Blanca alertó a los ciudadanos norteamericanos sobre el peligro que esto representaba. A pesar de haber sido el Comandante Supremo de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, el hombre no se guardó nada y advirtió al futuro jefe estado, John Kennedy, sobre lo que se venía. JFK intentó desmantelar parte de esa estructura siniestra y terminó acribillado en Dallas. En la foto se ve a los más perversos representantes de esa logia asesina en la actualidad. Uno fue nombrado Premio Nobel de la Paz, al igual que el genocida Kissinger. Así y todo sigue masacrando inocentes en Afganistán, Irák y ahora Libia. Estos carniceros modernos con sus fieles esposas a la par, no escatiman en eliminar vidas si tienen que defender sus intereses. Tampoco les importa si esas almas pertenecen a su pueblo, como ocurrió el 11 de septiembre de 2001. Estos muchachos han dejado al sanguinario Stalin reducido a un poroto. Ni siquiera Hitler, con toda su locura podría igualarlos. Pero hay una diferencia, los EE.UU., según su compleja red de productos culturales, tecnológicos y financieros, predica que mata de hambre o a los tiros para defender la libertad del mundo, eso deja más tranquilos a los cómplices de todas las naciones que siguen haciendo oídos sordos a la masacre a gran escala que todos los días nos regala el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Yankis, Barak Obama, un verdadero patriota.
domingo, 11 de septiembre de 2011
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