Muertos y asesinados los mejores de entre nosotros: Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo, Raymundo Gleyzer, y todos estos otros colegas y compañeros, parece que nos hubieran lavaron la cabeza para dejar de ser periodistas y empezáramos a ser tristes ovejas y marionetas del poder, de cualquier poder, disfrazado de izquierda o derecha, no importa. Tipos indignos que entregamos nuestro profesionalismo y ganas de hacer nuestra labor como corresponde a cambio de salarios miserables, de abusos laborales, de individualismo, de ambiciones lumpen que fomentan las empresas de "incomunicación" con las políticas de premios y castigos: "Usted es servil con nosotros, bárbaro!, le damos entonces una horita de programa el fin de semana a las tres de la mañana en el canal o la radio, sino una columnita en el diario o la revista, y si no lo "ascendemos" poniéndolo a conducir la señal de noticias durante 20 horas y las otras cuatro sale a la calle a hacer móviles o hacerle café al jefe". Así es como olvidamos que nosotros llegamos hasta acá para contar los que muchos, o unos cuantos, no quieren que se cuente, no sólo para lamerle las bolas a nuestros patrones creyendo que así un día nos van a regalar esa "fama", ese "aire", ese "prestigio" que nuestros egos piden a gritos pero erróneamente. Porque en esa infeliz carrera sobre nosotros mismos hay una historia de sumisión que nos subyace y que nos han impuesto vendiéndonos la novela de que nuestra vida pasa por ser "conocidos en el medio", estar en cámara el mayor tiempo posible, ¿Qué somos, vedettes de la calle Corrientes?. En esa mecánica siniestra de los premios y castigos los dueños del capital, ahora tan adeptos a la compra de medios de comunicación, nos han transformado en sus sirvientes, en sus soldaditos, en su operarios, en sus alcahuetes y chupaculos, donde como dice Gramsci, empezamos a pensar como ellos, como si fuéramos dueños de la pelota pero en el fondo sabemos que todo es mentira. Que nos autoengañamos con la idea de que somos generadores de opinión... no muchachos!... sólo repetimos el discurso de los intereses para los que trabajamos por dos mangos, nada más. Por eso, como muestra esta película genial del año '99, "Recursos Humanos", muchos preferimos seguir siendo parásitos del rebaño transmitiendo y reporduciendo lo que los jefes, que a su vez tienen otros jefes más arriba que les pisan la cabeza, nos imponen comunicar... Somos nadas!, números insignificantes. Eslabones de una cadena que cuando se tensa, estos soretes impiadosos, eligen mantener sacando a patadas en el culo a los eslabones más débiles para descartarlos, aunque hayan sido muy beneficiosos parala "empresa", eso a ellos les chupa un huevo!. Aprovechen el fin de semana largo, y en vez de jugar a ser grandes analistas de la realidad política del nuevo Presidente Capitanich y sus cómplices, mientras nos coge un Magnetto, un Szpolski, un Moneta, un Coti Nosiglia, un Vila, un Manzano, un Fontevecchia, o unos hijos de sus madres, como los Saguier, despertemos del sueño viendo la realidad que pinta este film, la nuestra!. El poder lo tienen ellos, nosotros podríamos recuperar la parte que nos toca si nos unieramos y fueramos todos para el mismo lado. Seguir llevándole la manzanita al jefe tiene a tipos que podrían ser grandes periodistas sumidos en un letargo interminable, una rutina patética que les está comiendo la vida a cambio de nada. No se la pierdan y recomienden!
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